Revisión de I Kill Giants

Barbara recuerda el amor común de la infancia por mezclar pociones mágicas, crear guaridas secretas y mundos imaginarios vívidos (¿no es así?). Cualquiera que haya hecho su propio cobertizo en su patio trasero o que haya mezclado purpurina y champú en el tipo de tintura que recibe las conferencias de los adultos se verá transportado a una edad más joven cuando Barbara nos lleva a su mundo solitario.

Barbara no está al este para conocerla. Como ella misma admite, es un poco mala con las personas que cree que son tontas, que es para todos. No es fácil pasar el tiempo con ella, por lo que la mayoría de las personas, como su hermano y sus compañeros de clase, no se molestan. Aparte de vestirse divertido y cariñoso Calabozos y Dragones, desde la perspectiva de todos los que la rodean, Barbara parece tener dos pies firmemente plantados en el mundo extraño, inmaduro e imaginativo de la infancia. Me encantaría ver una conversación entre Barbara y el Petit Prince, tal vez sobre las Grandes Personnes a las que tanto desprecia.

Las realidades cada vez más peligrosas del mundo de Barbara se muestran con gran relieve, especialmente en las reacciones de quienes más la aman. Su hermana apenas mantiene todo junto, lo que Poots logra interpretar sin convertir al personaje en un fastidio o en un mártir. Ella sabe que algo anda mal con Barbara, pero nunca hay suficiente tiempo en el día para romper el exterior endurecido de Barbara.

Tanto es tácito en Yo mato gigantes, y la carga de transmitirlo recae en gran medida en Saldana y los dos jóvenes protagonistas. Los tres se destacan aquí, atrayendo a la audiencia no solo para querer resolver esta caja de rompecabezas de una película, sino para sentir la angustia de Barbara y la de ellos tan profundamente. Sophia está ansiosa por lanzarse al mundo de Barbara, pero es lo suficientemente valiente como para decirle a su nueva amiga cuando este mundo la asusta. El escepticismo de Sophia amenaza con interponerse entre ellos; Barbara quiere que Sophia sea valiente, pero Sophia quiere que Barbara esté bien.

El deber de Barbara como protectora es enorme, y se dedica por completo a él, quizás demasiado. Ella hace “rondas” diarias, revisando las runas ocultas que ha pintado en trenes abandonados y rayado en las esquinas, los amuletos y los cables mágicos de viaje escondidos fuera del lugar. Ella construye pruebas físicas y rastrea las condiciones en su libro de registro, todo casi tan elaborado como el mundo al que soportan.